El día terminó. De vuelta a casa, escuchas por las noticias
que una terrible epidemia empezó a desarrollarse en un pueblo de la India. No
le das mucha importancia, pero en pocos días lees en los periódicos que
millones de personas fallecieron y el mal ya comenzó a extenderse a países
vecinos como Pakistán, Afganistán e Irán.
Personal del Control de Enfermedades de los Estados Unidos
viajaron de inmediato a la India para investigar la epidemia que ya era
conocida como la "influencia misteriosa", y pronto, ante los
resultados negativos de los expertos, los países europeos deciden cerrar sus
fronteras y cancelar todos los vuelos aéreos con destino a Pakistán, India u
otro país donde la enfermedad había brotado. Pero fue demasiado tarde, pues las
noticias anunciaron que una mujer falleció en un hospital francés. A los pocos
días, la incurable enfermedad arrasó casi toda Europa y empezó a ocasionar
severos estragos en Estados Unidos, país que de inmediato cerró sus fronteras y
canceló todos sus vuelos internacionales.
El mundo entró en pánico y la enfermedad rápidamente invadió
casi todo el planeta. En tu barrio, tus vecinos están alarmados por el temor
que existe ante la posibilidad de adquirir la enfermedad, que no distingue ni
sexo, raza o religión.
Organizan cadenas de oración en la parroquia de tu barrio
para que los científicos, quienes están trabajando sin parar, encuentren el
antídoto. Pero nada, todo el esfuerzo es vano.
De pronto un grupo de científicos logra descifrar el código
DNA del virus pudiendo preparar la cura para la enfermedad. Para ello se
requiere la sangre de alguna persona que no ha sido infectado con el virus por
lo que se pide a todos los ciudadanos que se dirijan a los hospitales para que
se les practique un examen de sangre.
Vas de voluntario con tu familia junto con otros vecinos,
preguntándose lo que esta pasando, y si esto será el fin del mundo. De repente,
un médico sale del hospital gritando un nombre que ha leído en su cuaderno.
Dices "¿Qué?" y vuelve a gritar el mismo nombre. El mas pequeño de
tus hijos esta a tu lado, te agarra la chaqueta y te dice: ¡Papá, ese es mi
nombre!". Antes de que puedas reaccionar, los médicos cogieron a tu hijo y
te explican que la sangre de tu niño está limpia, es pura y quieren asegurarse
que no posee la enfermedad.
Tras cinco largos minutos, salen los doctores y enfermeras.
Uno de ellos, el que parece mayor, se acerca y te agradece porque la sangre de
tu niño está limpia; es perfecta para elaborar el antídoto y erradicar la
"influencia misteriosa".
La noticia empieza a correr por todos lados, y todos están
gritando, orando, riéndose de felicidad. Sin embargo, el doctor se acerca
nuevamente a ti y a tu esposa y te pide tu firma para que autorices a que se
utilice la sangre del niño.
Al leer el contrato, te das cuenta que no han llenado la
cantidad de sangre que necesitan tomar. Levantas los ojos y les preguntas
cuanta sangre van a necesitar. La sonrisa del doctor desaparece y contesta:
"No pensábamos que iba a ser un niño. No estabamos preparados, así que ¡la
necesitamos toda!".
No lo puedes creer y tratas de contestar, " Pero...
pero..." El doctor te sigue insistiendo, "Usted no entiende. Estamos
hablando de todo el mundo. Por favor firme. La necesitamos toda".
Preguntas si le pueden hacer una transfusión de sangre pero ellos te contestan
que no hay sangre limpia para hacerlo e insisten en que firmes.
En silencio y sin poder sentir tus dedos que sostienen la
pluma en la mano, lo firmas. Te preguntan si deseas pasar un momento con tu
niño antes de iniciar el proceso. Caminas hacia la sala de emergencia donde tu
hijo está sentado en la cama y te pregunta que está pasando.
Tomas su mano y le dices que papa y mamá lo aman más que
nunca y que jamás dejarán que le pase algo. El doctor regresa y te pide que
dejes al niño; es hora de empezar ya que gente en todo el mundo está muriendo.
Te alejas, dándole la espalda a tu hijo mientras él te dice: ¿Papa?...
¿Mama?... ¿Porque me han abandonado?
A la semana siguiente, durante la ceremonia para honrar a tu
hijo observas que hay pocas personas; muchas de ellas prefirieron quedarse a
dormir en casa; otros no vienen porque prefieren ir de pesca o ver un partido
de fútbol, y otros vienen con una sonrisa falsa y fingen que les importa.
Quisieras pararte y gritar: "Mi hijo murió por ustedes ¿Qué no les
importa?" Tal vez eso es lo que ÉL quiere decir, "Mi hijo murió. ¿Qué
no saben cuanto los amó?
Padre Nuestro, viéndolo desde tu punto de vista nos rompe el
corazón. Tal vez ahora podemos empezar a comprender qué tan grande es tu amor
por nosotros
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